domingo, 28 de octubre de 2012

LA CHICA DEL TIC TAC ``COLORES´´

No me gusta la luz, tampoco el cielo, los colores apagados son lo mio los vivos los rechazo. No me gustan las sonrisas, me encantan las tragedias odio la felicidad opto por el aburrimiento. No me gusta sonreir ni tampoco deslumbrar, me gusta la soledad y poco más mi personalidad.

El cielo es profundo, infinito, soleado... Horrible
El color trae la hermosura, es la esencia de la felicidad... Ridículo
Yo no era nada, no era ni hermosa ni fea... Solo era un color oscuro más. Gris. Nada era perfecto, todo carecía de cordura e importancia. No me importaba, era mejor así. O quizás no. 
Necesitaba muchas lógicas para explicar todo lo que me rodeaba. Cosas que la ciencia cree que entiende. No es cierto. Están equivocados. No saben lo que dicen. Los odio. 

Me desplace por el pasillo profundo arrastrándome contra las paredes, como un caracol. Iba despacio, despreocupada, serena por fuera y nerviosa por dentro. Nadie lo sabía. Era el mejor día de mi vida. El segundo mejor día de este. Mis padres habían muerto. Los dos. Ninguno de ellos sobrevivió. Fue lo correcto. 
Todos me señalaban con el dedo de la chica sin cordura. Todos no sabían lo que decían. En verdad nadie sabe lo que dice. Cada uno combina sílabas con otras. Palabras con otras y creen que lo tienen todo resolvido. Nada es complicado. Lo cierto es que no me importa. 
Entré en mi habitación. Las muchachas de color naranja y rosa me habían dicho que coma. Pero yo no había querido probar nada más que el agua. Era transparente. Los demás alimentos eran muy colorados. No me gustaba. 
La señora de color azul me previno. Lo hizo varias vaces. ''Si no comes, morirás´´
No me importó. En verdad ninguna palabra de nadie merece ser comprendida. También me dijo que tendría que acompañarle a un amigo suyo. Dice que me va a gustar mucho. Le pregunté cual era su color. No me respondió, solo sonrió. Lo único que me dijo fue que me iba a gustar mucho hablar con él. Lo dudo. No me gusta salir a la calle, y menos hablar con personas. Lo veo innecesario. 
Las únicas palabras que le contesté fueron ''déjame tranquila´´ luego se fue. No estaba enfadada. Tampoco feliz. Tras varios minutos sentada sobre la silla que se encuentra delante de mi coqueta negra sentí la presencia de alguien. No me dí la vuelta. Escuche unos pasos. No me importó. Lo ignoré. Luego este colocó sus manos sobre mis ojos, tapo mis pupilas. Lo golpeé, lo empujé, lo odié. No me hizo nada, aunque tampoco podía hacerlo. Solo sonrió y después se fue. 
A las seis menos cuarto de la tarde alguien tocó la puerta de mi rincón oscuro. Me levanté de la cama, cuando mantenía una tranquila siesta. Esta me previno y me dijo que me vistiese de forma formal para acudir a su presunto amigo. Normalmente vestía un vestido largo negro, el cabello flotaba en el aire y calzaba unas zapatillas. Cuando mi cabello existía era color bronce, ahora no hay cabello en ninguna parte. Me deshice de este. Solo necesité unas estijeras. Ese color era muy feo y odiaba mi pelo. Le dije a la señora que esperáramos irnos hasta las seis, me gsutaban las horas puntas. No me gustaban los menos cuarto. Ella asintió. No vio problema en ninguna parte. No podía oponerse, de lo contrario acabaría mal. 
Se acercó a mi y dejó sobre el colchón plano y vacío un traje colorido. Lo odié. No podía mirarlo. Lo tiré por la ventana y lo deshice. Le dije que no me gustaba ese color. Y repondió con despreocupación que me traería uno de color marrón. Lo prefería aunque no estaba de acuerdo. Tras unos minutos ya me encontraba abajo. Sentí la precensia de alguien más. Lo odié. No lo soportaba. Y este volvió a taparme las pupilas. Nuevamente lo golpeé, lo empuje y este sonrió y se marchó. Frencuentemente venía a visitarme, yo no estaba de acuerdo. 
Cuando bajó el color azul nos fuimos a ver a su queridísimo amigo. Tantas ganas tenía de verlo. No comprendía. Me miró a los ojos y me dijo que montaríamos en un coche negro. Asentí, me relajé. Me senté en el asiento trasero, la evité. La humanidad era fea. Me acurruqué en un ricón. El más pequeño de todos. Para mí no hay tamaños iguales, aunque ella me comentó que todos lo eran. La ignoré. Cuando bajamos de aquel vehículo me cogió de la mano y entramos en un local. Le pregunté si habría gente. Lo negó. Me relaje. Un señor alto, feo y delgado nos esperaba sonriendo en la puerta. 

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