sábado, 22 de diciembre de 2012

LA PRESA


Un cazador elige bien a su presa,

la observa, la contempla, la pone a prueba

 y finalmente la atrapa.



Deseperada, preocupada, estresada, con millones de papeles entre sus manos agarrándolos con fuerza temiendo que pudiese destrozarlos.

-¡Le he dicho señor Ramos, que mi nieta, que sufre de problemas mentales, ha desaparecido en plena madrugada! Y lo único que usted me dice, es que debo permanecer calmada, mientras ustedes no han hecho nada.

Mientras que el policia de panza obesa, intentaba calmar a Grecia, este se dirigía con cansancio a su escritorio para luego recoger un puñado de carpetas cargándolas como si cada carpeta perteneciente a la desaparición de una persona contendría la figura entera de una persona de carne y hueso. Se frotó los ojos procurando ser lo demasiado lógico y soltó de inmediato su discurso mientras dejaba al lado de la mujer con los ojos rojos el gran puñado de personas.

- Mire señora, hacemos todo lo posible por poder resolver todos los casos...-hizo una gran pausa y después añadió-... hasta los más inútiles en resolver. Entedendemos su preocupación, y créame, compartimos su desgracia, pero nos es imposible hacer más de lo que hacemos. Y mucho más con todos los casos de desaparecidos que traemos cargados al igual que el caso de su nieta...- todo estaba claro, ahora era el momento en el que Grecia se levantaba de la silla con sonidos de los  crujidos de huesos y se alejaba del lugar para luego no volver a venir. Se suponía que eso era lo que tenía que ocurrir...

- Usted verá.- Comentó Grecia paciente- puedo estar con usted aquí sentada hasta que vea agotados los últimos recursos, solo con ello podré salir de aquí sin tener la certeza de volver a venir. Sus palabras carecen de sentido para una mujer como yo.

Esa frase quedó atrapada ante el silencio de la oficina acompañados de los pequeños gruñidos del inspector. << SUS PALABRAS CARECEN DE SENTIDO PARA UNA MUJER COMO YO>>

- Señor Ramos, entrando en lo que no me pertenece... juraría que usted es poco progresivo en sus deberes. Y ciertamente, a mi me incomoda bastante la gente que se gana el pan de manera fácil. Yo podría hacerlo mucho mejor sin tener los conocimientos que se supone que usted tiene.- El inspector alzó las cejas y ya no sumergía en el viento aquel gruñido tan visible, ya no. Ahora sus ojor salieron de sus órbitas y observaba a esta anciana de manera escandalosamente excepcional.- Me niego a creer que no pueda hacer NADA MÁS.

El silencio volvió a aparecer en aquel lugar tan frío acompañado de las palabras neutras de Grecia que emitía un tono vacilante y serio.

- Entonces...- Volvió a decir Grecia esperando una respuesta mientras sonreía dulcemente.

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El agua cristalina se reflejaba en mis pupilas, sentía el frío en mi garganta, en ocasiones podía iluminarse en mis ojos el sabor de esta... En otras no. Mis palabras carecían de importancia, mis opiniones también, lo mismo pasaba con todo lo que nacía de mí, todos lo decían, me refiero a los árboles, los ríos, los mares, los animales, las plantas y como no... Los humanos.

Tenía sed, hambre, necesitaba ducharme y cambiarme de ropa interior y exterior, y estaba en el lugar apropiado para conseguir alcanzar todas mis necesidades. Estaba en el lugar apropiado. Me encontraba a unos pocos centímetros de distancia del lago de Femun, en la misma localidad en la que me encontraba antes en Hedmark (Noruega), lo diferente era que ahora no sabía precisamente en que lugar en el que me encontraba. Mi mente no tenía muchos conocimientos geográficos y los pocos que tenían no le alcanzaban a saber más de lo que uno pueda saber. Era grande, y me daba la impresión de que era demasiado profundo para lo que mi cuerpo podía soportar, dudé al principio, luego no se me antojó demasiado pensar a lo tonto. Además mi vestido largo y negro echaba de menos el agua, la sólida palidez de la frescura y el sabor de la limpieza. Mi cuerpo también. Mi sed aumentó al igual que el hambre. Ambos no se conformaban con lo que tenían, lo poco que había comido durante mi ruta, manzanas y zumo de naranja escurido por mis propias manos, mientras aquella voz me perseguía acosándome. La ignoré, hice caso omiso. Abandoné mis pensamientos, ahora la mayor parte del tiempo me dedicaba a pensar en la misma impresión que siempre me acorralaba. No dudé en quitarme el sucio vestido pegado a mi cuerpo, me deshice de mis zapatillas que se habían dedicado a amarrar mis pequeños pies fríos a ellas durante cuarentiocho horas. Lo mismo hice con todo lo demás, dejarlo aparcado a un lado. Ahora el gruñido de mi panza interrumpía el silencio que se encontraba por primera vez en mi entorno, los ruidos de los arbustos se alejaron dejando al descubierto el gruñido de mi panza y la sequedad de mi boca incapaz de forzar una sola sílaba para quejarme. Al principio solo quise quitarme todo lo pegado de mi cuerpo, pero luego analicé con más pausa mi cuerpo. Mi piel blanca aunque fría era un color poco habitual y neutro. Lo odiaba, además de odiar a todos sus componentes. Me quité el vestido y lo coloqué sobre una roca escarpada para lugeo intentar lavarlo. Y lo próximo que hice fue meter una pierna en el lago, obviamente el agua estaba fría, y tenía la certeza de poder morir bajo él, aunque ese no era el problema. Algo en mi me impulsaba a no meterme, algo me retenía. Me levanté del suelo y saqué el pie que había metido dentro del lago, me dirigí hacia atrás y volví a darme la vuelta para mirar de frente al lago desde una pequeña proximidad. Mi cuerpo solo se veía vestida por las prendas interiores, lo que hizo que me provocara un escalofrío poco común en mí, el solo pensar en ello me incomodaba. Y finalmente me lancé, como un león que atrapaba a su presa, al lago. Coloquialmente me lo comí. El agua entraba por mi boca, por mi nariz, por mis ojos, por mis oídos... Sentí que mi figura era una pastilla que se hundía en un vaso largo e infinito...

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Hedmark es una provincia poco poblada, un poco más sincera que otras y con mayor número de vegetación. Aunque eso no era lo que nos atraía de ella. Lo que a todos nosotros nos atraía era otro asunto, algo que tu no entenderías. Supimos de inmediato que Hedmark era nuestro hogar, el de todos. Mis padres; Joey y Hemilce decidieron traernos aquí a vivir cuando yo, Ricky,  tenía cinco años, mi hermana Kendra dos años y mi hermano Joel tres. Mis tios Chales y Hansel se mudaron al cabo de tres años al suponer que este era un lugar en el que ellos también cabían, eso suponían. Mis primos Aaron de mi edad y Damián poco más mayor que Kendra también lo suponían. Después de la llegada de mis tíos yo y Aaron simpatizabamos demasiado, teníamos once años y ambos permanecíamos muy unidos, sobre todo en la etapa más difícil en la que ambos pasamos a ser adultos. Allí fue donde surgió el problema. Ahora habían pasado ocho largos y demasiados años y todo había quedado atrás  O eso esperaba, aunque siempre que nos encontrabamos reunidos entre toda la ''familia´´ uno de nosotros desaparecía para no estar juntos, nuestros dos rostros eran como fuego y agua. Salí nuevamente al porche de casa, como hacía normalmente todas las mañanas, ya la consideraba una rutina desde hacía unos días.

- ¿Hoy también desaparecerás? Recuerda que hoy como todos los meses con la misma fecha tenemos que...

- Ahora no puedo, ya vendré después y lo haremos. No es ningún problema atrasarlo ¿verdad?

- Si lo es.- Una sonrisa fue gobernando el rostro de Kendra al unísono que el de Damián que se aproximaba hacia nosotros.

- Podrá esperar. No es algo mortal para nosotros... Adiós - Saludé con un gesto a Damián y antes de poder desaparecer del lugar este me hizo una mueca para esperarlo.

- Ricky, te necesito, bueno... en verdad os necesito a los dos.

- Imposible, el tiene ''asuntos más importantes que atender´´

Miré a Kendra con brusquedad buscando sus ojos y le declaré una mirada de desagrado. Hice callarla y este prosiguió emitiendo una sonrisa.

- Necesito que me ayudéis a reformar unas...

- Damián, lo siento. Pero debo marcharme, mi presa escapa. No olvides recordármelo después, pero ahora es imposible ayudarte.- Unos segundos después desaparecí del lugar dejando tras mi el eco de mis palabras y borrando mis huellas mientras avanzaba.

¿Hoy sería el final de la pobre muchacha de color negro?

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