La mano me arde.
Siento punzadas de calor y dolor
recorrerlas con intensidad, ahora palpita, sé que no puedo hacer más
que callar en silencio y sufrir como si me encontrase en cautiverio.
Siento como la furia me consume desde
lo más profundo y mis ojos se llenan de lágrimas, mojando mis
pestañas, pero intento que desaparezcan y hacer que nunca ha pasado
nada, que nunca he sentido ninguna sensación.
Es demasiado tarde, las lágrimas ya
han conseguido su propósito, brotan con fiereza y caen con
intensidad desde mi barbilla. Intento esconderme y no gemir con
sonoridad, al menos parezco no tener conocimientos de como hacerlo,
porque al parecer siempre es como si fuese la primera vez.
Un llanto agudo se apropió de mí pero intento aguardar por segunda vez.
Me dejó caer en la mesa, mi cuerpo
estaba sostenido por la silla que conjuntaba con la mesa de cerezo,
el rostro se encontraba tumbado sobre la mesa, mis brazos escondían
la visión de este y era inevitable no reconocerme como a una niña
de siete años.
El llanto ya había transcurrido y
vivido su agonía, ahora el silencio era dominante de la estancia, mi
respiración apenas se percibía, por lo que, el ligero viento que se
dejaba aparecer en la habitación era el único acompañante del
tenebroso silencio.
Una sensación de tristeza me invade y
pienso en el pasado, el pasado... que parece que nunca fue real, que
fue un recuerdo vago del que nunca podré deshacerme. El presente, el
presente... odio mi presente.
Es imposible hacer que algo te guste y
te sientas cómoda con este si ocurre de manera contraria con
constancia.
Estoy relajada, siento las
palpitaciones regulares de mi corazón. Las sigó al unísono con el
dedo apretándolo con sonoridad sobre la mesa. Es un dúo que a veces
decido formar por placer a contemplar una creación entre la
naturaleza y el hombre.
Mis ojos ya no se mueven alrededor de
la habitación húmedos y escalofriantes, ahora estoy algo más
serena y pienso con más calma de la antes no tenida.
Respiro profundamente, haciendo que mis
pulmones se llenen de ese oxígeno del que tanto necesito para seguir
adelante, espiro después de manera brusca para no ser demasiado
paciente y vuelvo a pensar. Reproduzco una pequeña risita y muevo el
rostro con negación. Lo próxima que hago es sonrojarme y mi cara se
vuelve seria y fría, esperando que el tiempo me conceda una nueva
oportunidad para volver a olvidar y sonreír. Sonreír con sinceridad
y no falsamente mientras otros me contemplan dudosos.
Es algo que no puedo evitar a veces y
me es desastroso pensar en pasados cuando ya es tarde para aquello.
Ha de centrarme y concentrarme en lo prioritario, aunque no tengo
muchas esperanzas, es confusa mi mente, intenta razonar con cordura,
pero en estos momentos no soy capaz de pensar con coherencia, por lo
que, me dispongo a llorar, llorar dulcemente.
Hasta que mis ojos no puedan producir
ni una lágrima más.
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