Las
noches ya no son las mismas.
El
término de estas, ahora significa para
mí, doce horas más en vela sucesivamente. Y claro, mi cansancio, al no dormir,
me pasa factura.
En
este mismo día del año pasado, no a estas horas, me encontraba encantadamente
dormida sobre esta gran cama que tengo. También en este periodo de tiempo del
pasado,aún competía en Baloncesto. Papa y mama no tenían pirujos. El tiempo me
regalaba una oportunidad... No.
Definitivamente
necesito un dulce. Esos que destrozas con cada mordisco, rozando
la lengua alrededor de ellos y dejando
correr el fluido por los dientes hasta avanzar por la garganta y convertirse en
un llameo insistente.
Esos... se llaman dulces de canela. Es
mejor que cualquier otra droga que te suministran, es más dulce, potente y
placentera. Al menos no salpicas, como lo harías con una medicación amarga, el
líquido denso queriendo tragarlo y a la misma vez no hacerlo. Cierra los ojos,
inserta la pieza y prepárate para el disfrute.
Eso es exactamente lo que mi
imaginación recopila y con lo que mi lengua fantasea.
Pienso en que pasaría de hacerlo
realidad en este instante, y las razones en contra se hacen numerosas. ¿Una de
ellas? Son las tres de la madrugada. No hay nadie despierto para venderme ni
siquiera una de ellas.
...Y, claro, temo en que en vez de
sanarme haga todo lo contrario.
Ahora es el momento en el que mi mente
se deja llevar y cierro los ojos poco a poco... al momento despierto de cual
fue mi sueño no real, ya que, lo único que hice fue crearlo. Y se me da
bastante mal, por cierto, intento hacer cualquier otra cosa, mirar al cielo y
que el me mire, pero me doy cuenta de que no hay otra cosa más.
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