Se llama Nicolás.
Está sentado al lado
de mama, ambos, mantienen una conversación que se hace más afable conforme el
sol danza y se extiende por la capa gris.
Al principio, al
conocerlo lo taché de persona con falta de humor, seria y muy formal. Luego me
saludó, dos besos en la mejilla y una enorme sonrisa, me habló mientras se
aseguró de halagarme lo bastante y finalmente, se volvió a sentar en su silla.
Sus ojos castaños no
delataban nada, ni siquiera podía ver tras ellos. Nada interesante.
Para dejarlos solos,
porque es evidente que tres no es igual a dos, me acerco a la piscina y después
me meto. El agua está fría, pero no me importa, a pesar de que el viento
empiece a soplar, la piel no se me eriza. Ha de ser por mi temperatura
corporal, pero realmente, estoy bastante agusto adentro. Me sumerjo al fondo,
nado durante unos minutos y luego vuelvo a ponerme a la superficie aún donde mi
cuerpo no se separa del agua. Se me empiezan a formar en la piel grietas, pero
no importa, es una forma de recordar mi infancia… cuando solía succionar mi
piel porque creía que alguna sustancia la había invadido y por ello esta había
envejecido.
Sin embargo, ahora
todo es preciso, aunque tintado de matices.
Me apetece algo en
especial. La idea se cuela en mi cabeza sin permiso y empieza a resonar, pero
me niego por estos momentos y aguanto aún dentro petrificada por el sol que se
deja ver y se vuelve a esconder. Es raro este tiempo y aspecto del cielo, se
torna de un color lavanda pero en verdad irradia frío.
Me vuelvo hacia ellos
y después arrepiento haberlo hecho. Quito la mirada mientras en mi boca se
forma un sinsabor amargo, me meto de nuevo completamente bajo el agua,
intentando con ello borrar los últimos acontecimientos, me olvido por un
momento de que estoy debajo del agua. Respirando como si de líquido no se
tratase la sustancia que invierto por mi nariz.
…Un dolor agudo se
hace dentro de mí, acariciándome lentamente, sintiendo como en mis ojos se
reflejan llamas, llamas que parecen hacerse y no terminar en cenizas, luego sucurro
a mover los brazos, esos pequeños bracitos que tengo unidos a mi tronco apenas
pueden llegar a la superficie y alertar de mi urgencia.
Conforme los segundos
pasan, segundos que se convierten en una noción que no parece medirse, me
rindo. Dejo de insistir. Me resigno.
…Aunque
No quiero morir.
Quizás aún no sea el momento…
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